Hace tiempo os dije que quería tocar el (espinoso y farragoso) tema acerca de qué me parece Arte y qué no. Si me gustan los abstractos o los figurativos, los dadaístas o los constructivistas. Aprovechando que la amiga
Dita me pidió opinión sobre el tema voy a lanzarme hoy a la piscina. En su post ella reflexiona sobre las nuevas (relativamente) formas de arte como las instalaciones o el performance. Dita divide entre Arte que provoca “placer estético” y arte que provoca, más bien, “carcajada fácil”. El todo vale es algo que impera en las opiniones de los ajenos a este mercantilizado mundo del Arte (lo pondremos en mayúscula que uno es todavía idealista). Yo no soy crítico de Arte, ni historiador ni tengo una formación lo suficientemente erudita para deciros aquí qué es el Arte. Lo que sí puedo hacer es daros unas nociones sobre mi modo de ver el asunto en cuestión.
Un profesor de la facultad nos hablaba del cuento del
traje nuevo del emperador. Ya sabéis que al susodicho le confeccionan un traje con finas sedas e hilos de oro que solamente los inteligentes pueden ver. El emperador va desnudo y nadie se atreve a decirlo porque entonces será considerado torpe e idiota. El resto ya lo sabéis. Pues bien, esto es lo que ocurre con una determinada facción del mundillo artístico postmoderno. Mi obra es maravillosa, es cojonuda, trasgresora... si no lo ves es que no entiendes o no sabes. Tanto da.
Artistas contemporáneos se dedican a darle vueltas a los hallazgos de Picasso, Matisse, Kandinsky y todos los demás. Los valientes rupturistas tienen de referente a Marcel Duchamp, aquel que nos metió un urinario en el museo. Pero siguen dándole vueltas al potaje.

Traigo a colación un libro, maravilloso, de Juanjo Sáez con el que comparto muchos puntos de vista. Se trata de "
El Arte. Conversaciones imaginarias con mi madre" de Mondadori. Sáez dice que al descontextualizar el urinario, al cambiarlo del sitio para el que estaba pensada su función, Duchamp “dio a los artistas un poder maligno, a partir de ese momento ya no tenían que hacer nada, sólo señalar con el dedito”. Se les dio poder absoluto para “decidir qué es ARTE y qué NO”. El artista no tiene que justificar su trabajo, se justifica “porqueyolovalgo” y si no lo entiendes dedícate a comprar cuadros de payasos llorando o atardeceres con pegaso volando.
Por otro lado está la visión del consumidor medio, el profano que no busca entender el Arte sino que lo quiere mascadito y triturado que identifica virtuosismo con arte. Hacer el Taj Mahal con palillos es artesanía, pintar la Gran Vía hiperrealísticamente es Arte (Antonio López). ¿Por qué? Porque falta la “visión sensible” de la que habla Dita. ¿Estoy yo de acuerdo con eso? No necesariamente. A la gente profana le gusta Dalí, Antonio López o Chuck Close. Pero no le gusta Tàpies ni Picasso ni Mirò. “Es que eso lo hace mi hijo pequeño”. “Eso no tiene mérito, lo hago yo.” Pasaos por el museo Picasso de Barcelona y ved lo que hacía Picasso con 9 años. O lo que hacía Tàpies de veinteañero. ¿Acaso no sabían pintar?¿Qué ha pasado? Evolución, búsqueda. Autoencuentro.
Termino este ladrillazo. ¿Qué es Arte? NO LO SÉ.
Cuando voy a una exposición me limito a decir si me gusta o no. Aunque, no os voy a mentir, la experiencia, la formación académica (justica justica), ayudan a interpretar si me están vendiendo la moto o no. No puedo creerme a un tipo que pinta lo que hacía Malevich en 1918. O uno que hace lo mismo que Rothko. Pero tampoco a uno que fusila a Antonio López o a cualquier realista bien valorado. Para mí esto es una cuestión de mostrarme tu verdadero yo. Que tu obra me hable de ti, que me diga quién eres tú. Porque así también me estarás hablando de mi mismo. Así de fácil o de difícil.
Juanjo Sáez en su libro habla de “Sentimiento místico”. Dice que “hay determinadas cosas que nos tocan una extraña fibra, que nos hacen vibrar. Una curiosa sensación muy común pero inexplicable. Todos lo hemos sentido alguna vez; al mirar un paisaje, una puesta de sol, el mar... ver a lo lejos a un ser querido, ver una película o una jugada de Maradona. Eso es Arte. ¡¡Incluso mirando un cuadro!! Todos tenemos nuestros pequeños momentos místicos.”
Luego unos señores, que se supone saben mucho, cogen esas cosas que nos conmueven y deciden si son Arte o no. Las catalogan y las ponen en los libros. Nosotros las estudiamos y las admiramos. Luego lo que nos guste o no es cuestión nuestra. Nadie me va a decir lo que me puede emocionar y lo que no.
Al fin y al cabo ¿Qué más da? Nunca se sabe cuando el emperador va a aparecer en pelotas...
Actualización: Qué mejor manera de acabar este post que con el análisis que hace
el gañán del Arte moderno (cortesía, de nuevo, de Dita Ciccone):